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lunes, 26 de enero de 2015

ALEX y YO (Irene Pepperberg)

"A veces, un solo individuo puede cambiar el mundo, incluso si se trata de un loro." Frans de Waal
         



En este libro, Irene Pepperberg, psicóloga y etóloga, destacada por sus estudios en cognición animal, narra como una científica y un loro gris africano, ALEX, descubrieron un mundo oculto de Inteligencia Animal, y crearon un profundo lazo emocional durante el proceso. 

Lleno de revelaciones científicas, la lectura de este emocionante libro no deja indiferente a nadie, ya que permite abrir nuestras mentes, eliminando un montón de prejuicios antropocéntricos relacionados con las aves (y otros animales), y recordándonos así, que vivimos en un mundo que compartimos con otros animales, que también sienten, piensan y tienen derecho a existir por sí mismos, y no por su utilidad a los humanos.

Antes del trabajo de Pepperberg con Alex, la comunidad científica creía que los loros no eran inteligentes y sólo podían usar palabras por imitación, pero los logros de Alex indican que los loros podrían ser capaces de decidir a un nivel básico y utilizar palabras de uso frecuente creativamente. Pepperberg escribió que la inteligencia de Alex estaba a la par con la de los delfines y la de los grandes simios. También dijo que Alex tenía la inteligencia de un niño de cinco años y que no había utilizado todo su potencial en el momento de su muerte. Dijo también que el loro tenía el nivel emocional de un niño de dos años en el momento de su muerte. Podía identificar objetos, números, colores y formas, y distinguir entre "grande" y "pequeño", "igual" y "diferente". y que estaba aprendiendo “arriba” y “abajo”.Según Pepperberg, esa capacidad para "pensar y ser consciente" (atribuible a los primates y también a los delfines y otros mamíferos superiores) es hasta cierto punto aplicable a las aves, aunque tengan el cerebro del tamaño de una nuez.

 Alex tenía un vocabulario de aproximadamente 150 palabras, pero era excepcional en esto, ya que parecía comprender sus palabras. Por ejemplo, cuando le mostraban un objeto y le preguntaban sobre su forma, color, o el material, Alex podía etiquetarlo correctamente. Cuando se le preguntaba la diferencia entre dos objetos, también respondía, pero si no había ninguna diferencia entre los objetos, él decía “ninguna”. Cuando estaba harto de las pruebas, decía “me voy”, y si el investigador se molestaba, Alex trataba de calmarlo diciendo “lo siento”. Si decía “quiero un plátano”, pero se le ofrecía una nuez, él la miraba fijamente en silencio, y pedía el plátano otra vez, o tomaba la nuez y la arrojaba al investigador. También aprendió a sumar cantidades pequeñas e intervino en el aprendizaje de otros loros, así como combinar espontáneamente varias palabras para nombrar objetos nuevos, por ejemplo: La primera vez que le presentaron una manzana roja y no habiendo aprendido ninguna palabra para esa fruta, Alex acuñó una nueva palabra: “platan-ezas”, palabra considerada un acrónimo de dos frutas: plátano (por la textura del interior) y “cereza” (por el color y la forma).

"Desde el punto de vista científico, Alex nos enseñó que las mentes de otros seres vivos se parecen mucho más a las mentes humanas de lo que éstabamos dispuestos a admitir." Irene Pepperberg.

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