Los científicos siempre han desaconsejado interpretar el comportamiento animal en términos de emociones humanas, advirtiendo que tal antropomorfismo limita nuestra capacidad de comprender a los animales como realmente son. Pero entonces, ¿qué pensar de una gorila de un zoo alemán que pasó varios días de luto por la muerte d e su bebé?, ¿o de una elefante salvaje que cuidó de una hembra más joven después de que fuera herida por un macho?, ¿o de unas ratas que se negaban a empujar la palanca de alimentación al ver que haciéndolo dañaban a otra rata? ¿No son estos signos claros de que los animales tienen emociones reconocibles e inteligencia moral? Para Marc Bekoff y Jessica Pierce la inequívoca respuesta es SÍ.
¡Muy recomendable su lectura!